martes, 27 de noviembre de 2012

¡FELICIDADES!


Ya empezaban a colocar las decoraciones navideñas en los comercios y las televisiones comenzaron a instigar la compra de regalos para niños y mayores cuando me despedía de la familia y los amigos... estábamos todavía a principios de noviembre.
Quise prestar atención y me preguntaba cómo una sociedad tan anticlerical y laicista puede dar tanto bombo a la conmemoración del nacimiento de Jesucristo, nuestro Señor.
Fácilmente observé que no había en esas luces, que decoran sobre todo los grandes almacenes y las calles comerciales, ninguna alusión a la encarnación de Dios, sino reclamos a consumir, tergiversando incluso el episodio bíblico de la adoración de Jesucristo, niño, por la gente sencilla y marginada así como por los sabios de distintos pueblos.
Es así, cada día nos resulta más difícil considerar y meditar la encarnación de Dios, nos cuesta creer en Él y, más aún, nos cuesta ordenar nuestra vida según los valores y el camino que Jesucristo nos reveló como voluntad de Dios, como la vía que Dios propone a la humanidad (tú y yo) para que ella pueda ser feliz.
Quizás la crisis financiera, fruto de la mala ordenación de los valores y de los bienes materiales, en función del capital en lugar de hacerlo en función de la persona humana, quizás esta crisis nos sirva para aprender y para no dejarnos llevar más por esa corriente deshumanizadora que nos propone consumir como fuente de felicidad.
Quizás estas luces, focos que iluminan al protagonista de nuestra crisis: el capital y el consumismo, nos hagan ver con más claridad el sinsentido de la propuesta consumista de estas fechas.
Ojalá (quiera Dios) que las sepamos interpretar como el marinero al faro, que delata dónde están las rocas a evitar, invitando al capitán a alejarse de él.
Así, nos encontraremos, como los pastores y los sabios, buscando a aquél que es el CAMINO y la VIDA (Jesucristo) en las periferias del mundo y de las ciudades, y quizás lo adoremos ofreciéndole nuestras vidas, nuestro sí para su proyecto de Nueva Humanidad, que eso es lo que “los reyes” ofrecieron a Jesús, y no a todos los niños ni a todos los adultos que se encontraban; le ofrecieron su fe: lo reconocieron como Dios ofreciéndole incienso; le ofrecieron sus vidas reconociéndolo como Rey del Universo; le ofrecieron su colaboración y su compasión a través de la mirra, con que se ungía el cuerpo que lucha ante el sufrimiento y la muerte.
Me gusta volver a Bayenga, entre los pigmeos, en este tiempo de adviento, de preparación a la conmemoración del nacimiento de Jesucristo, en este tiempo de celebración del CAMINO que Dios nos ofrece para la felicidad: la opción por el pobre, salir de sí, de nuestras seguridades y nuestras certitudes, de nuestra cultura y nuestras pasiones, para vivir y asumir otra pasión la de Dios por la humanidad, la del ser humano que se encuentra con Dios en el hermano necesitado.
¡Qué gran fiesta! Preparémonos bien.
Por adelantado, pues dentro de dos días entraré en el silencio de la selva...
¡Feliz fiesta de la encarnación de Jesucristo, el Señor!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Feliz fiesta de la encarnación de nuestro Señor para ti Andrés. Desde las costas afroecuatorianas del Pacífico, deseo que el Señor que viene te llene de su alegría y de su paz. Dios nos bendice con la misión que nos ha confiado. Un abrazo grande de tu amigo:
Luife