domingo, 24 de junio de 2007

Los habitantes de la selva

(puedes ampliar las fotos haciendo click en ellas)

Algunos días, cuando el sol se pone y el canto de la lechuza acompaña el silencio de la noche, se les puede oír, por temporadas, entonando cantos polifónicos, sin necesidad de articular palabras, con ritmo alegre y armonioso, mientras danzan sin cesar. Son los “bambuti”, los pigmeos.


Según los letrados, son los primeros habitantes de la frondosa selva que acompaña las aguas del río Congo desde su nacimiento hasta su desembocadura, en pleno corazón de África.
Recolectores y cazadores, los pigmeos se adentraron en la foresta evitando el conflicto con los distintos pueblos bantúes que se fueron asentando poco a poco y ganando terreno a la selva para sus cultivos.

Se les encuentra a menudo caminando por los senderos de la región, siempre en pequeños grupos; los hombres con el arco y las flechas en mano, las mujeres llevan a los niños en brazos o a espaldas y transportan en un cesto lo que han encontrado en sus andaduras: frutas, miel, setas, tubérculos, alguna pieza de caza ahumada,..., una mujer más anciana lleva unas brasas en un trozo de corteza de árbol, para poder encender con facilidad el fuego allá donde se detuvieren para comer algo o para dormir.

Son nómadas o semi-nómadas, pues se desplazan según las estaciones de recogida de frutos, de miel o de caza, volviendo finalmente a un campamento algo más estable, donde los ancianos y algunas mujeres esperan el regreso del resto del grupo. Cuando están “de expedición” hacen con asombrosa agilidad unas casas en forma de iglú con ramas y grandes hojas, que les sirven de refugio durante las lluvias torrenciales y de habitación para dormir.

No pocas veces deben entrar en la selva para hacer batidas de caza para algún jefe bantú, que pueden durar varias semanas.

A veces, cuando necesitan algún pantalón o una pieza de tela para vestirse, hacen una jornada de trabajo en el campo de algún campesino bantú y se vuelven al campamento o a la selva.
Hay también algunos pigmeos que usan el mismo sistema para obtener una botella de vino de palma o para comprar un poco de cáñamo para fumar.


Impresiona, llegando a los campamentos, ver a casi todos los niños con los ojos afectados por la conjuntivitis o con llagas purulentas...así como algunos enfermos de lepra o tuberculosis que esperan el desenlace de la enfermedad con resignación.
Hasta hace pocos años no había prácticamente ningún pigmeo que hubiera estudiado, ni siquiera la escuela elemental. Vivían aislados, quizás huyendo esa relación casi feudal con los pueblos bantúes, o simplemente porque prefieren vivir en su modelo de sociedad sin mezclarse demasiado con los otros. No lo sé. El caso es que en las últimas décadas, a causa de las comunicaciones: medios de transporte, radio, televisión... y seguramente otros muchos factores como el interés de otros pueblos por ayudarles en el dominio de la sanidad, de iniciarlos en la agricultura, para que no tengan que venir a los campos de los vecinos a “recoger” la ración cotidiana de alimentos (evidentemente sin consciencia de robo, sino siguiendo su hábito de recoger los frutos de la selva),... Decía que en estas últimas décadas se está produciendo poco a poco un diálogo entre culturas, a un paso más acelerado.
Hoy buscan los cuidados médicos de los pocos dispensarios que funcionan en los poblados bantúes de su territorio, aunque esperan hasta el último momento, buscando soluciones en sus remedios tradicionales; algunos niños frecuentan unas escuelas que han desarrollado un programa especial para hacer más asequible a los niños pigmeos el aprendizaje, aunque persiste el problema del nomadismo por estaciones, en que los niños se ausentan de la escuela para seguir a sus padres y amigos en las incursiones en la selva profunda en busca de víveres y de algo para trocar y poder comprar ropa o medicamentos..., se dejan aconsejar sobre la agricultura y buscan semillas para sus campos...; acogen con agrado consejos sobre higiene y prevención de algunas enfermedades vinculadas a los hábitos de limpieza o de la cocina...

La iglesia de la diócesis de Wamba, desde hace años, se emplea en este proceso de diálogo, buscando la integración de las culturas bantú y pigmea, en los dominios de la educación y de la sanidad. Actualmente hay más de diez escuelas mixtas (pigmeos y bantúes) en la diócesis, dos escuelas secundarias con sendos internados donde los jóvenes pigmeos pueden compartir con sus vecinos bantúes el aprendizaje. En un principio se les está orientando a la opción pedagógica con el fin de que los mismos pigmeos puedan llegar a enseñar en las escuelas mixtas.

En Bayenga, sede de nuestra parroquia, tenemos una de estas escuelas secundarias, donde este año hemos obtenido la primera promoción de maestros pigmeos: cinco jóvenes que con entusiasmo comenzarán el trabajo en diferentes escuelas de la diócesis. ¡La Buena Noticia de Jesucristo sigue haciéndose carne y sembrando esperanza, construyendo esa nueva humanidad en todos los pueblos, hermanando personas, pueblos, culturas, que se vuelven riqueza recíproca, Vida Nueva!
También en Bayenga intentamos acompañar a los pigmeos en el campo sanitario, ofreciendo una asistencia muy primaria en las visitas a los campamentos e invitando a los enfermos más graves a ir al dispensario. Todavía representa un problema el modo de adquirir las medicinas por su escasez, pero también porque los pigmeos no tienen normalmente un modo para obtener dinero y no siempre las cosas que ofrecen como trueque son suficientes para pagar una operación o ciertos medicamentos más especializados...

El acompañamiento de nuestros hermanos pigmeos nos invita a la itinerancia. Itinerancia física, en cuanto hemos de hacernos algo nómadas con ellos, para visitar los campamentos (una veintena), para lo que nos servimos de una vieja moto, de la bicicleta o a pie, pues los caminos no son practicables para los coches. Itinerancia cultural, pues es necesario estar dispuestos a relativizar nuestra mentalidad y costumbres, para poder dialogar con otros pueblos y culturas.
Itinerancia anímica, pues este tipo de pastoral es una invitación a poner nuestro corazón en cada hermano que encontramos, sabiendo volver cada vez a la fuente de la que emana nuestra vida entera, nuestros sentimientos, nuestra bondad, nuestro amor; sabiendo volver a nuestro Señor.

Necesidades concretas de nuestra pastoral son:
Una nueva moto, que no nos deje tirados por esos senderos que penetran en la selva.
Un fondo para la formación de animadores pigmeos y para sus instrumentos de trabajo.
Un fondo para comprar algunas medicinas primarias o esenciales para los pigmeos: analgésicos e antiinflamatorios, antimaláricos, algún antibiótico, alguna pomada para los ojos...
Un fondo para ayudar a los estudiantes...
En fin, por ahora os dejo aquí por falta de tiempo y porque no quisiera aventurarme a hablar más de lo que el ritmo de conocimiento mutuo me permite. A veces me acuerdo del diálogo entre el principito y el zorro, que narra Antoine Exupery en su célebre obra “El principito”. Que nuestro Padre bueno nos de paciencia, sabiduría, misericordia, humildad, para saber acompañar a estos hermanos nuestros y para dejarnos acompañar por ellos.
Gracias a todos los que nos acompañáis con vuestras oraciones, vuestras cartas y vuestra cercanía, así como con vuestros donativos que hacen posible nuestra vida y nuestra misión de cada día.
Unidos en Jesucristo y en su misión, vuestro hermano Andrés.