lunes, 3 de noviembre de 2008

30 Octubre 2008

¡Hola, familia!

Algunas noticias desde Bayenga

Desde la última vez que os escribí hemos tenido mucha actividad por estas tierras: visita de p. Alonso, antiguo provincial; visita de laicos: Paco y Fini, que nos ayudaron técnicamente para instalar una antena parabólica para ver algunos canales de televisión (cosa inédita por estos lares), una pequeña antena que nos capacita para captar el internet aunque no tenemos la ASDL ni mucho menos y no recibimos la señal todos los días, pero ya es un pequeño milagro técnico que nos saca del aislamiento. También estuvieron por aquí el joven matrimonio italiano Sara y Andrea, enamorados de los niños, ofrecieron un servicio fantástico a los niños malnutridos de Isiro. Son familia del hermano Doménico, que trabaja en Isiro desde hace años y ahora la Consolata nos une en una familia sin fronteras.

P. Enrico volvió en forma (con sus 81 años) de su visita médica en Italia, pero tuvo que hacer unos exámenes médicos un mes después de su regreso, a causa de unas molestias intestinales que no pasaban.

En ese período, acogimos a tres miembros de la Fundación Albihar, de Granada, que están colaborando activamente con nuestras misiones en la R.D. Congo. Fue una ráfaga de viento fresco que nos trajo noticias, esperanza y fraternidad. Gracias.

Llegó también Joe, seminarista de la Consolata, colombiano, proveniente de Brasil donde cursó los estudios de teología. Con él llegó aire fresco y nos está ayudando a concretar nuestro programa de trabajo pastoral parroquial dando una especial atención a los pigmeos. En principio venía para un año, aunque parece que está a punto de volver a Colombia. A ti también gracias, Joe, por tu amistad ofrecida y alegre, por tu autenticidad y tu sinceridad; que nuestro Padre Bueno te bendiga y acompañe tu caminar.

Ahora, a inicios de este mes de noviembre, las expectativas se vuelven un poco sombrías: voces de guerra, que cambiarán el ritmo de vida y trabajo de todos. Es tiempo de alimentar la esperanza con acciones concretas desde el interno del país, pero también y sobre todo desde el extranjero, desde ahí, desde Europa, pues parece que este conflicto que no se termina de apagar desde 1998 tiene su origen en los intereses del norte. En vuestras manos, hermanos, nuestras vidas. Necesitamos que compréis menos teléfonos móviles, que disminuyáis el consumo de productos de alta tecnología elaborados don el coltán, necesitamos que digáis a los gobiernos del norte que podéis vivir bien sin tanto consumo, que estáis dispuestos a perder privilegios y a bajar un poco vuestro nivel de vida. Necesitamos que pidáis que dejen al Congo decidir sobre sus materias primas... Organizaos, manifestaos, que se oiga vuestra voz, que se oiga nuestra voz a través de la vuestra, que las miles ocupaciones y distracciones de esa sociedad activista no dejen que se corte el hilo de esperanza que ahora nos sostiene.

No nos basta la ayuda humanitaria que tranquiliza conciencias (aunque también tranquiliza nuestros estómagos), necesitamos también que cese esta inestabilidad dictada por los mercados y los intereses del norte, necesitamos que nos dejéis empeñarnos con todas nuestras fuerzas y con todos nuestros recursos en el camino de desarrollo y de reconstrucción de un país enorme, difícil de gobernar por su falta de estructuras y con una democracia aún “en periodo de lactancia”. Que los intereses del norte no nos compliquen más aún las cosas.

Un abrazo a todos. Vuestro hermano Andrés

3 Octubre 2008

Y así ya han pasado 5 años desde que llegué a estas tierras congoleñas.

¿Balance? Agradecimiento. Camino. Esperanza. Desafío.

Ya desde mi ofrecimiento a la dirección general de nuestra familia misionera de la Consolata para volver a salir de España para una nueva misión, el sueño que me movía era poder encontrarme nuevamente con nuestro Señor allá donde nos habíamos dado cita: entre los no cristianos más necesitados. Así, dicho y hecho, nuestro encuentro se concretó primero entre los Bangba de Mbengu, pequeña parroquia al sur de la diócesis de Dungú-Dóruma (pongo los acentos sólo para facilitar la lectura), después en la periferia de Kinshasa, en el barrio de Kingasani, con innumerables conflictos... y hoy, desde hace ya unos dos años, en la parroquia de Bayenga entre nuestros hermanos pigmeos.

A lo largo de estos cinco años en la RD Congo se me hacen cada vez más evidentes los esfuerzos innumerables que nuestro Padre Bueno hace para conducirme a Él, para transformar mi barro hasta hacerlo un instrumento dócil y útil para Él.

¡Pues no le queda nada...! En el camino constato mis debilidades, inmadureces, mis caídas...

Aunque sí que quiero leer todas estas constataciones como pasos o etapas necesarias también para crecer.

Estoy convencido de que el hecho de vivir todo este proceso en comunidad y cerca de los pobres de la tierra, al lado de ellos, acelera el proceso, haciendo que me confronte a menudo y en profundidad con situaciones difíciles y personas en situaciones límite. Es verdad que uno constata que el camino es largo y que me que da mucho que aprender. Se me hace evidente a cada instante que solo no puedo, que necesito reconocer mi pequeñez y mis límites para dejar que nuestro Padre-Madre Buen@ pueda realizar su obra en mí a través de los hermanos que me rodean, laicos, religiosos, cristianos o de otras confesiones, o “paganos”.

Gracias por tantas cosas aprendidas, gracias por las personas encontradas y por el camino compartido, gracias por los aciertos y los errores, todos ellos escuela de Vida. Gracias por el pueblo sencillo y por la sed de esperanza. Gracias por la Palabra que se encarna dando Vida, gracias por las vidas ofrecidas y por los gestos de amor, que fertilizan la tierra para que la esperanza pueda germinar.

Creo firmemente que el ser humano es imagen de Dios, que en cada uno de nosotros existe la semilla del bien y de la Vida abundante; espero con este pueblo congoleño una nueva era, un paso en la historia, una nueva oportunidad; con ellos me gustaría crecer, viendo cómo nuestra conciencia social madura, contemplando cada pasos que damos hacia la participación y la verdadera democracia, que hay que tomársela, pues ninguno la regala. Creo en la posibilidad de maduración de la conciencia de fraternidad universal, necesaria para que también los pueblos pobres puedan vivir y sacar partido de las materias primas de su suelo, para que progresivamente cese la explotación y disminuyan las diferencias...

Creo y espero en la nueva humanidad que está arraigada en lo más profundo de cada ser humano, por la cual estamos invitados continuamente a luchar, a vivir y a morir en una entrega continua desalienada de las cadenas del consumismo desenfrenado que condena a la muerte y al sufrimiento a la mayor parte de la humanidad.

Creo en la revolución del evangelio de Jesucristo, que cambiaría la faz de la tierra si dejamos efectivamente a Dios ser nuestro Señor, si le dejamos gobernarnos realmente con los valores y principios que nos propone en el evangelio.

Creo que la humanidad necesita “ese gobierno” sin intrigas ni intereses creados, sin agendas secretas ni políticas sucias para mantener el poder y el estatus.

Creo que hay muchas personas que pierden el sentido de la vida, que pierden la razón para vivir porque pierden la esencia del ser humano que es ser en relación, inmerso, pues, en la dinámica del compartir, del dar y del ofrecerse, del acoger la diversidad y el cambio como un proceso de crecimiento y no como una amenaza. Generosidad, misericordia, sentirse hermano de todos, especialmente del necesitado, olvidando intereses o beneficios...

Lo necesitamos todos, aunque quizás con más urgencia, lo necesitamos aquí, en Congo, en el sur. Desde aquí y con nuestros hermanos del sur CREO, ESPERO Y AMO, con límites y defectos, la humanidad del norte. Espero que la conciencia social de nuestros hermanos del norte se despierte y reaccione con decisión para detener las relaciones injustas. Creo que podemos renunciar al consumismo que necesita obtener materias primas a precios más bajos. Amo cada signo del Reinado de Dios que brilla en el norte a través de las pequeñas y grandes iniciativas que denuncian la injusticia del orden económico internacional y que anuncian una nueva era, más humana, más hermana. Otro mundo es posible. Ya está empezando, ¿no lo véis?

Un abrazo, Andrés.

jueves, 22 de mayo de 2008

20 de mayo de 2008

Aquí estamos, después de unos meses, para pintaros algunos bocetos de estas tierras. Empiezo a partir de lo más reciente, que así me será más fácil.

Hoy estamos a 6 de mayo de 2008; el cielo está nublado, por lo que el avión no ha despegado todavía de Kisangani. En nuestra casa provincial de Isiro, los hermanos empiezan a despedirse del Superior General, P. Aquileo Fiorentini y del consejero continental para África, P. Matthiew Ouma. Algunos vuelven a sus misiones, nosotros, P. Fiore y yo, nos preparamos para hacer las compras en los almacenes de la ciudad, antes de volver al interior, a Bayenga. Saldremos mañana, miércoles. Es la conclusión de la visita canónica, que el Superior General realiza a cada una de nuestras misiones cada seis años. Después de haber visto “in situ” nuestro modo de vivir, de compartir camino con el pueblo en la búsqueda de nuestro Señor y de su Reinado, y después de haber constatado nuestro trabajo por la promoción humana de los habitantes de nuestras parroquias, nos reúne a todos en Isiro para presentarnos sus conclusiones, para discutir sobre algunos puntos comunes y darnos finalmente unas orientaciones generales que nos ayuden en nuestro caminar. Es tiempo de fraternidad, de sentirse familia y en camino con todos nuestros hermanos en misión en cuatro continentes. Con entusiasmo y emoción acogemos noticias sobre las nuevas aperturas. En todos es fuerte el sentimiento de gratitud. Las palabras de P. Aquileo y de P. Matthiew tocan nuestra realidad para animar, reorientar, consolidar... nos ayudan a esperar y a buscar siempre nuestro centro: Jesucristo, nuestro Señor, palabra de Vida, su Reinado, utopía siempre vigente, fuerza vital que transforma la Historia, los pueblos, las personas.

“Un ascua cayó más cerca de mi sardina”: Entre todas las orientaciones, la invitación a concretar nuestro compromiso con el pueblo pigmeo resonó para mí como la señal clara de la llamada que ya estaba sintiendo cada vez más fuerte en mi interior, cada vez más evidente. Un ancla, que se convertirá en puerto, seguramente, cuando la tempestad se enfurezca; pistoletazo de salida para la carrera (eso sí, de fondo) que hemos aceptado correr.

En nuestras compras, una parada forzada es la farmacia. En Isiro hay varias farmacias que venden medicinas “a granel”, con precios más asequibles a la posibilidad de la gente sencilla, pero aún prohibitivos para los pigmeos. Esta vez queremos comprar material para operaciones sencillas: hilo quirúrgico, anestesia, antipiréticos, antibióticos, guantes quirúrgicos,...

Hace dos meses el enfermero que hace las operaciones de hernia y las cesáreas en el dispensario de Bayenga se negó a hacer más operaciones a personas pigmeas, pues nosotros le pedíamos que fuera mas comprensivo con ellos en el precio (de 20 a 40 dólares, sin contar las medicinas posoperatorias), o que buscara alternativas para ayudarles a pagar, como por ejemplo hacer trabajar a los miembros de la familia en su campo, o traerle alguna pieza de caza. En definitiva, el enfermero quería el dinero contante y sonante, quizás por la situación precaria del dispensario; también porque, según decía, no creía en la honestidad de los pigmeos o en su capacidad para hacer un trabajo capaz de reembolsar los gastos de la operación.

Al final, hablamos con las familias de los enfermos y aceptaron venir a ayudarnos a limpiar de hierbas la parcela donde construiremos nuestra casa, y nosotros pagaríamos al enfermero. Con una buena dosis de amor propio, trabajaron con tesón y demostraron al enfermero (y a ellos mismos) su dignidad. ¡Una pequeña victoria! Y un camino abierto.

Al mismo tiempo, vivimos un drama con una mamá enferma de tuberculosis, que durante un mes ha esperado el resultado del examen de esputo para verificar el diagnóstico de su enfermedad, y así facilitarle el acceso al tratamiento gratuito que ofrece el hospital general gracias al apoyo de algunas ONGs. No sé bien de quién procedía la negligencia, si de los enfermeros de Bayenga, del técnico de laboratorio del hospital general, del médico responsable,... el caso es que nuestro Padre Bueno vino en nuestra ayuda, y una representación de la ONG Fundación Padre Damián vino de visita con la intención de tomar algunas fotos de algún pigmeo que siguiese el tratamiento que ellos proporcionan. Así, aunque nuestra insistencia era casi ignorada por las autoridades sanitarias, nuestro Señor escuchó el grito de mamá Honorine y finalmente comenzó su tratamiento. Ahora va mucho mejor.

Hoy ya es jueves 8 de mayo (perdonad, pero no doy para más, creo que hoy termino esta carta). Acabo de escuchar a mamá Ziada, una de las animadoras que trabajan en los campamentos pigmeos de nuestra parroquia acompañando y sensibilizando en el área de la salud e higiene. Me decía que en el campamento del cual proviene mamá Honorine, ha encontrado tres personas más que tosen con frecuencia, vomitan sangre y están adelgazando mucho. Mañana intentaré acercarme a verlos, pues probablemente sean nuevos casos de tuberculosis y habrá que convencerlos para que dejen el campamento y vengan a instalarse por unos meses en las chozas que han sido construidas para ellos cerca del dispensario.

El mes pasado ha empezado una huelga en el sector de la educación en todo el país, pues el Estado ha reducido a menos de la mitad el salario de los profesores y ha reducido el número de los enseñantes que reciben su salario del Estado, dejando fuera a un gran número de maestros y profesores colegiados en los dos o tres últimos años. Ya es bajo el nivel de nuestras escuelas, donde los alumnos pueden acabar la escuela secundaria sin haber visto un diccionario, pero si continuamos así, probablemente llegaremos a un año escolar “en blanco”.

El precio de las cosas sube sin cesar y los pobres agricultores se las ven y se las desean para comprar un vaso de sal en el mercado cada quince días... A causa de las lluvias, que comenzaron el mes pasado, las carreteras se vuelven impracticables y el precio de todo sube más y más; menos mal que este año parece que las habichuelas producirán bien y que la lluvia hace madurar más rápidamente los granos de palma, facilitando la obtención de aceite a los pequeños agricultores, que suben a su vez los precios de los escasos productos agrícolas, para así poder comprar un poco de ropa o de medicinas...

También el mes pasado hemos comenzado a construir nuestra casa. Hasta ahora vivíamos en una casa abandonada por los colonos belgas y saqueada por los soldados en las sucesivas rebeliones. Ha llegado el momento de construir una nueva, después de haber construido la iglesia y la escuela secundaria. La presencia de P. Enrico, de 81 años, hace más evidente y urgente la construcción. P. Enrico se ha incorporado a nuestra comunidad después de treinta y cinco años de misión en Wamba, de donde hemos partido el mes de febrero, dejando en manos de la diócesis el centro pastoral y de formación de catequistas. Le ha costado adaptarse a vivir en nuestra vieja casa, pues es pequeña para tres personas y está llena de objetos útiles para nuestro trabajo de pastoral y de promoción humana y social; o sea, que hay un motor por aquí, un panel solar por allá, los libros están desordenados encima de las mesas, pues no tenemos suficientes estanterías (ni espacio para ponerlas), los bidones de agua en el pasillo,... En fin, un "desastre util”, diríamos. Así que una de las prioridades actuales es construir la nueva casa, cerca de la iglesia y con condiciones suficientes para poder vivir y trabajar.

¿Qué mas contaros? ¡Ah, sí! Una de las gracias que nuestro Padre Bueno nos ha dado es la de trabajar con nuestros laicos misioneros de la Consolata: Paco, Fini, David, Susi, Ivo... Es bonito ver su frescura (entiéndase bien) y disponibilidad, su modo de querer a la gente de aquí y su ideal de misión sencillo y exigente a la vez. Me gusta mucho y me ayuda también ver cómo se sienten familia con nosotros y entre ellos. No pocas veces son para mí un cascabel que despierta mi conciencia y refresca mi consagración.

En fin, hoy os dejo así, para poder enviar esta parrafada. Un abrazo y gracias por vuestra cercanía y vuestra ayuda concreta, ¡que sí que llega!

Hasta la próxima, Andrés.

viernes, 29 de febrero de 2008

27 de febrero de 2008

¡Hola de nuevo, familia!

Aprovecho una visita a Isiro para contaros algo más de lo que vivimos en Bayenga.

Antes de nada quiero agradecer a todos los que nos acompañáis con vuestra oración, con vuestras cartas y con vuestros donativos. Hemos podido comprar una moto que nos viene de perilla para visitar los campamentos y las capillas. Hemos comprado también una buena cantidad de medicinas genéricas de producción congoleña y keniana, sobre todo antimaláricos, analgésicos, antitérmicos, antibióticos de diferente espectro de acción, desinfectantes, vendas, suero rehidratante,... En fin, se trata más que nada de medicinas que conocemos y que podemos usar para hacer frente a las enfermedades más recurrentes en esta zona.

Hay enfermedades, como la lepra y la tuberculosis, que no podemos tratar aún, porque los medicamentos llegan a los responsables de los centros de salud de referencia, para que sigan la evolución de los enfermos con el fin de erradicar la enfermedad, y ¡bueno! Son justamente esos enfermos los que no reciben por el momento ninguna atención. Mandamos los informes, las muestras de esputo, y los meses pasan, y los años, sin obtener la más mìnima respuesta. Eso sí, hay organismos que vienen, visitan, se convencen de la importancia de ofrecer la ayuda, la dan a los médicos responsables o a los enfermeros y... nuestros hermanos pigmeos ni huelen las medicinas.

Es cierto, "hay que hacer un seguimiento cotidiano" dicen. Nosotros ofrecemos nuestros animadores que visitan los campamentos casi a daiario y que podrìan dar la dosis correspondiente cada dìa, dar el informe periódicamente, y todo gratuitamente, pero por ahora, no tenemos ninguna respuesta. En fin, no nos cansaremos de insistir y de proponer posibilidades para hacerlos curar.

Cambiando de argumento, os cuento que estoy aquí, en Isiro, para recoger al P. Fiore, Giuseppe, que vuelve de las vacaciones. Esto nos permitirá organizarnos mejor y distribuir el trabajo, de modo que podamos llegar mejor al mayor número de personas. Nuestra presencia aquí es una gota de agua en el océano, pero nos gustaría que fuera significativa, que hable del amor y la bondad de nuestro Señor Jesucristo y que, como la levadura en la masa, transforme poco a poco la realidad de este pueblo que sufre, así como nuestra propia realidad, pues a través de lo que vivimos cada día nos conocemos mejor nosotros mismos, nuestros defectos y nuestra pequeñez, y descubrimos más claramente la obra de Dios en nuestras vidas; apreciamos los valores del otro, del pobre, de las otras culturas y pueblos... En fin, que es una vida única, la de la misión.

Los casos de abusos e injusticias continúan. A veces la impotencia ante la impunidad me llena de rabia y la muerte de inocentes, sobre todo de los niños, me deshace en lágrimas, que intentan luego convertirse en reflexión, en búsqueda de caminos, en diálogo, en denuncia... Todo es muy lento para mi gusto, pero es cierto que hay pasos positivos y algo cambia en algunas personas.

La semana pasada hemos tenido la asamblea diocesana para programar nuestras acciones pastorales durante los próximos tres años. Han sido unos días de gracia, que nos han dado muchas luces y nos han ayudado a tomar conciencia de que no estamos solos. Mientras tanto, nuestro Señor nos sigue llamando, a los cristianos de todo el mundo, para que no nos durmamos, nos invita a colaborar en su Reinado, en esa nueva Humanidad más solidaria, más fraterna, más humana, más cristiana, una Humanidad en la que sepamos vencer las fronteras establecidas por nuestra torpeza y nos descubramos hermanos, miembros de una misma familia, ciudadanos de un mismo pueblo, hijos de un mismo Padre. Sólo así sabremos luchar por el bienestar de todos y sabremos luchar por la justicia en todas partes, sólo así venceremos a la indiferencia que es irremediablemente culpable de tanto dolor.

Felizmente, el Reino de Dios crece sin cesar, en silencio, hasta de noche, y los signos de su presencia son evidentes. La lucha continúa. Nos encontraremos en el camino, con el pan y con el vino.

Os mando algunas fotos. Un abrazo a todos. Andrés.