lunes, 3 de noviembre de 2008

3 Octubre 2008

Y así ya han pasado 5 años desde que llegué a estas tierras congoleñas.

¿Balance? Agradecimiento. Camino. Esperanza. Desafío.

Ya desde mi ofrecimiento a la dirección general de nuestra familia misionera de la Consolata para volver a salir de España para una nueva misión, el sueño que me movía era poder encontrarme nuevamente con nuestro Señor allá donde nos habíamos dado cita: entre los no cristianos más necesitados. Así, dicho y hecho, nuestro encuentro se concretó primero entre los Bangba de Mbengu, pequeña parroquia al sur de la diócesis de Dungú-Dóruma (pongo los acentos sólo para facilitar la lectura), después en la periferia de Kinshasa, en el barrio de Kingasani, con innumerables conflictos... y hoy, desde hace ya unos dos años, en la parroquia de Bayenga entre nuestros hermanos pigmeos.

A lo largo de estos cinco años en la RD Congo se me hacen cada vez más evidentes los esfuerzos innumerables que nuestro Padre Bueno hace para conducirme a Él, para transformar mi barro hasta hacerlo un instrumento dócil y útil para Él.

¡Pues no le queda nada...! En el camino constato mis debilidades, inmadureces, mis caídas...

Aunque sí que quiero leer todas estas constataciones como pasos o etapas necesarias también para crecer.

Estoy convencido de que el hecho de vivir todo este proceso en comunidad y cerca de los pobres de la tierra, al lado de ellos, acelera el proceso, haciendo que me confronte a menudo y en profundidad con situaciones difíciles y personas en situaciones límite. Es verdad que uno constata que el camino es largo y que me que da mucho que aprender. Se me hace evidente a cada instante que solo no puedo, que necesito reconocer mi pequeñez y mis límites para dejar que nuestro Padre-Madre Buen@ pueda realizar su obra en mí a través de los hermanos que me rodean, laicos, religiosos, cristianos o de otras confesiones, o “paganos”.

Gracias por tantas cosas aprendidas, gracias por las personas encontradas y por el camino compartido, gracias por los aciertos y los errores, todos ellos escuela de Vida. Gracias por el pueblo sencillo y por la sed de esperanza. Gracias por la Palabra que se encarna dando Vida, gracias por las vidas ofrecidas y por los gestos de amor, que fertilizan la tierra para que la esperanza pueda germinar.

Creo firmemente que el ser humano es imagen de Dios, que en cada uno de nosotros existe la semilla del bien y de la Vida abundante; espero con este pueblo congoleño una nueva era, un paso en la historia, una nueva oportunidad; con ellos me gustaría crecer, viendo cómo nuestra conciencia social madura, contemplando cada pasos que damos hacia la participación y la verdadera democracia, que hay que tomársela, pues ninguno la regala. Creo en la posibilidad de maduración de la conciencia de fraternidad universal, necesaria para que también los pueblos pobres puedan vivir y sacar partido de las materias primas de su suelo, para que progresivamente cese la explotación y disminuyan las diferencias...

Creo y espero en la nueva humanidad que está arraigada en lo más profundo de cada ser humano, por la cual estamos invitados continuamente a luchar, a vivir y a morir en una entrega continua desalienada de las cadenas del consumismo desenfrenado que condena a la muerte y al sufrimiento a la mayor parte de la humanidad.

Creo en la revolución del evangelio de Jesucristo, que cambiaría la faz de la tierra si dejamos efectivamente a Dios ser nuestro Señor, si le dejamos gobernarnos realmente con los valores y principios que nos propone en el evangelio.

Creo que la humanidad necesita “ese gobierno” sin intrigas ni intereses creados, sin agendas secretas ni políticas sucias para mantener el poder y el estatus.

Creo que hay muchas personas que pierden el sentido de la vida, que pierden la razón para vivir porque pierden la esencia del ser humano que es ser en relación, inmerso, pues, en la dinámica del compartir, del dar y del ofrecerse, del acoger la diversidad y el cambio como un proceso de crecimiento y no como una amenaza. Generosidad, misericordia, sentirse hermano de todos, especialmente del necesitado, olvidando intereses o beneficios...

Lo necesitamos todos, aunque quizás con más urgencia, lo necesitamos aquí, en Congo, en el sur. Desde aquí y con nuestros hermanos del sur CREO, ESPERO Y AMO, con límites y defectos, la humanidad del norte. Espero que la conciencia social de nuestros hermanos del norte se despierte y reaccione con decisión para detener las relaciones injustas. Creo que podemos renunciar al consumismo que necesita obtener materias primas a precios más bajos. Amo cada signo del Reinado de Dios que brilla en el norte a través de las pequeñas y grandes iniciativas que denuncian la injusticia del orden económico internacional y que anuncian una nueva era, más humana, más hermana. Otro mundo es posible. Ya está empezando, ¿no lo véis?

Un abrazo, Andrés.

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