jueves, 22 de mayo de 2008

20 de mayo de 2008

Aquí estamos, después de unos meses, para pintaros algunos bocetos de estas tierras. Empiezo a partir de lo más reciente, que así me será más fácil.

Hoy estamos a 6 de mayo de 2008; el cielo está nublado, por lo que el avión no ha despegado todavía de Kisangani. En nuestra casa provincial de Isiro, los hermanos empiezan a despedirse del Superior General, P. Aquileo Fiorentini y del consejero continental para África, P. Matthiew Ouma. Algunos vuelven a sus misiones, nosotros, P. Fiore y yo, nos preparamos para hacer las compras en los almacenes de la ciudad, antes de volver al interior, a Bayenga. Saldremos mañana, miércoles. Es la conclusión de la visita canónica, que el Superior General realiza a cada una de nuestras misiones cada seis años. Después de haber visto “in situ” nuestro modo de vivir, de compartir camino con el pueblo en la búsqueda de nuestro Señor y de su Reinado, y después de haber constatado nuestro trabajo por la promoción humana de los habitantes de nuestras parroquias, nos reúne a todos en Isiro para presentarnos sus conclusiones, para discutir sobre algunos puntos comunes y darnos finalmente unas orientaciones generales que nos ayuden en nuestro caminar. Es tiempo de fraternidad, de sentirse familia y en camino con todos nuestros hermanos en misión en cuatro continentes. Con entusiasmo y emoción acogemos noticias sobre las nuevas aperturas. En todos es fuerte el sentimiento de gratitud. Las palabras de P. Aquileo y de P. Matthiew tocan nuestra realidad para animar, reorientar, consolidar... nos ayudan a esperar y a buscar siempre nuestro centro: Jesucristo, nuestro Señor, palabra de Vida, su Reinado, utopía siempre vigente, fuerza vital que transforma la Historia, los pueblos, las personas.

“Un ascua cayó más cerca de mi sardina”: Entre todas las orientaciones, la invitación a concretar nuestro compromiso con el pueblo pigmeo resonó para mí como la señal clara de la llamada que ya estaba sintiendo cada vez más fuerte en mi interior, cada vez más evidente. Un ancla, que se convertirá en puerto, seguramente, cuando la tempestad se enfurezca; pistoletazo de salida para la carrera (eso sí, de fondo) que hemos aceptado correr.

En nuestras compras, una parada forzada es la farmacia. En Isiro hay varias farmacias que venden medicinas “a granel”, con precios más asequibles a la posibilidad de la gente sencilla, pero aún prohibitivos para los pigmeos. Esta vez queremos comprar material para operaciones sencillas: hilo quirúrgico, anestesia, antipiréticos, antibióticos, guantes quirúrgicos,...

Hace dos meses el enfermero que hace las operaciones de hernia y las cesáreas en el dispensario de Bayenga se negó a hacer más operaciones a personas pigmeas, pues nosotros le pedíamos que fuera mas comprensivo con ellos en el precio (de 20 a 40 dólares, sin contar las medicinas posoperatorias), o que buscara alternativas para ayudarles a pagar, como por ejemplo hacer trabajar a los miembros de la familia en su campo, o traerle alguna pieza de caza. En definitiva, el enfermero quería el dinero contante y sonante, quizás por la situación precaria del dispensario; también porque, según decía, no creía en la honestidad de los pigmeos o en su capacidad para hacer un trabajo capaz de reembolsar los gastos de la operación.

Al final, hablamos con las familias de los enfermos y aceptaron venir a ayudarnos a limpiar de hierbas la parcela donde construiremos nuestra casa, y nosotros pagaríamos al enfermero. Con una buena dosis de amor propio, trabajaron con tesón y demostraron al enfermero (y a ellos mismos) su dignidad. ¡Una pequeña victoria! Y un camino abierto.

Al mismo tiempo, vivimos un drama con una mamá enferma de tuberculosis, que durante un mes ha esperado el resultado del examen de esputo para verificar el diagnóstico de su enfermedad, y así facilitarle el acceso al tratamiento gratuito que ofrece el hospital general gracias al apoyo de algunas ONGs. No sé bien de quién procedía la negligencia, si de los enfermeros de Bayenga, del técnico de laboratorio del hospital general, del médico responsable,... el caso es que nuestro Padre Bueno vino en nuestra ayuda, y una representación de la ONG Fundación Padre Damián vino de visita con la intención de tomar algunas fotos de algún pigmeo que siguiese el tratamiento que ellos proporcionan. Así, aunque nuestra insistencia era casi ignorada por las autoridades sanitarias, nuestro Señor escuchó el grito de mamá Honorine y finalmente comenzó su tratamiento. Ahora va mucho mejor.

Hoy ya es jueves 8 de mayo (perdonad, pero no doy para más, creo que hoy termino esta carta). Acabo de escuchar a mamá Ziada, una de las animadoras que trabajan en los campamentos pigmeos de nuestra parroquia acompañando y sensibilizando en el área de la salud e higiene. Me decía que en el campamento del cual proviene mamá Honorine, ha encontrado tres personas más que tosen con frecuencia, vomitan sangre y están adelgazando mucho. Mañana intentaré acercarme a verlos, pues probablemente sean nuevos casos de tuberculosis y habrá que convencerlos para que dejen el campamento y vengan a instalarse por unos meses en las chozas que han sido construidas para ellos cerca del dispensario.

El mes pasado ha empezado una huelga en el sector de la educación en todo el país, pues el Estado ha reducido a menos de la mitad el salario de los profesores y ha reducido el número de los enseñantes que reciben su salario del Estado, dejando fuera a un gran número de maestros y profesores colegiados en los dos o tres últimos años. Ya es bajo el nivel de nuestras escuelas, donde los alumnos pueden acabar la escuela secundaria sin haber visto un diccionario, pero si continuamos así, probablemente llegaremos a un año escolar “en blanco”.

El precio de las cosas sube sin cesar y los pobres agricultores se las ven y se las desean para comprar un vaso de sal en el mercado cada quince días... A causa de las lluvias, que comenzaron el mes pasado, las carreteras se vuelven impracticables y el precio de todo sube más y más; menos mal que este año parece que las habichuelas producirán bien y que la lluvia hace madurar más rápidamente los granos de palma, facilitando la obtención de aceite a los pequeños agricultores, que suben a su vez los precios de los escasos productos agrícolas, para así poder comprar un poco de ropa o de medicinas...

También el mes pasado hemos comenzado a construir nuestra casa. Hasta ahora vivíamos en una casa abandonada por los colonos belgas y saqueada por los soldados en las sucesivas rebeliones. Ha llegado el momento de construir una nueva, después de haber construido la iglesia y la escuela secundaria. La presencia de P. Enrico, de 81 años, hace más evidente y urgente la construcción. P. Enrico se ha incorporado a nuestra comunidad después de treinta y cinco años de misión en Wamba, de donde hemos partido el mes de febrero, dejando en manos de la diócesis el centro pastoral y de formación de catequistas. Le ha costado adaptarse a vivir en nuestra vieja casa, pues es pequeña para tres personas y está llena de objetos útiles para nuestro trabajo de pastoral y de promoción humana y social; o sea, que hay un motor por aquí, un panel solar por allá, los libros están desordenados encima de las mesas, pues no tenemos suficientes estanterías (ni espacio para ponerlas), los bidones de agua en el pasillo,... En fin, un "desastre util”, diríamos. Así que una de las prioridades actuales es construir la nueva casa, cerca de la iglesia y con condiciones suficientes para poder vivir y trabajar.

¿Qué mas contaros? ¡Ah, sí! Una de las gracias que nuestro Padre Bueno nos ha dado es la de trabajar con nuestros laicos misioneros de la Consolata: Paco, Fini, David, Susi, Ivo... Es bonito ver su frescura (entiéndase bien) y disponibilidad, su modo de querer a la gente de aquí y su ideal de misión sencillo y exigente a la vez. Me gusta mucho y me ayuda también ver cómo se sienten familia con nosotros y entre ellos. No pocas veces son para mí un cascabel que despierta mi conciencia y refresca mi consagración.

En fin, hoy os dejo así, para poder enviar esta parrafada. Un abrazo y gracias por vuestra cercanía y vuestra ayuda concreta, ¡que sí que llega!

Hasta la próxima, Andrés.

No hay comentarios: