Ya empezaban a colocar
las decoraciones navideñas en los comercios y las televisiones
comenzaron a instigar la compra de regalos para niños y mayores
cuando me despedía de la familia y los amigos... estábamos todavía
a principios de noviembre.
Quise prestar atención y
me preguntaba cómo una sociedad tan anticlerical y laicista puede
dar tanto bombo a la conmemoración del nacimiento de Jesucristo,
nuestro Señor.
Fácilmente observé que
no había en esas luces, que decoran sobre todo los grandes almacenes
y las calles comerciales, ninguna alusión a la encarnación de Dios,
sino reclamos a consumir, tergiversando incluso el episodio bíblico
de la adoración de Jesucristo, niño, por la gente sencilla y
marginada así como por los sabios de distintos pueblos.
Es así, cada día nos
resulta más difícil considerar y meditar la encarnación de Dios,
nos cuesta creer en Él y, más aún, nos cuesta ordenar nuestra vida
según los valores y el camino que Jesucristo nos reveló como
voluntad de Dios, como la vía que Dios propone a la humanidad (tú y
yo) para que ella pueda ser feliz.
Quizás la crisis
financiera, fruto de la mala ordenación de los valores y de los
bienes materiales, en función del capital en lugar de hacerlo en
función de la persona humana, quizás esta crisis nos sirva para
aprender y para no dejarnos llevar más por esa corriente
deshumanizadora que nos propone consumir como fuente de felicidad.
Quizás estas luces,
focos que iluminan al protagonista de nuestra crisis: el capital y el
consumismo, nos hagan ver con más claridad el sinsentido de la
propuesta consumista de estas fechas.
Ojalá (quiera Dios) que
las sepamos interpretar como el marinero al faro, que delata dónde
están las rocas a evitar, invitando al capitán a alejarse de él.
Así, nos encontraremos,
como los pastores y los sabios, buscando a aquél que es el CAMINO y
la VIDA (Jesucristo) en las periferias del mundo y de las ciudades,
y quizás lo adoremos ofreciéndole nuestras vidas, nuestro sí para
su proyecto de Nueva Humanidad, que eso es lo que “los reyes”
ofrecieron a Jesús, y no a todos los niños ni a todos los adultos
que se encontraban; le ofrecieron su fe: lo reconocieron como Dios
ofreciéndole incienso; le ofrecieron sus vidas reconociéndolo como
Rey del Universo; le ofrecieron su colaboración y su compasión a
través de la mirra, con que se ungía el cuerpo que lucha ante el
sufrimiento y la muerte.
Me gusta volver a
Bayenga, entre los pigmeos, en este tiempo de adviento, de
preparación a la conmemoración del nacimiento de Jesucristo, en
este tiempo de celebración del CAMINO que Dios nos ofrece para la
felicidad: la opción por el pobre, salir de sí, de nuestras
seguridades y nuestras certitudes, de nuestra cultura y nuestras
pasiones, para vivir y asumir otra pasión la de Dios por la
humanidad, la del ser humano que se encuentra con Dios en el hermano
necesitado.
¡Qué gran fiesta!
Preparémonos bien.
Por adelantado, pues
dentro de dos días entraré en el silencio de la selva...
¡Feliz fiesta de la
encarnación de Jesucristo, el Señor!
1 comentario:
Feliz fiesta de la encarnación de nuestro Señor para ti Andrés. Desde las costas afroecuatorianas del Pacífico, deseo que el Señor que viene te llene de su alegría y de su paz. Dios nos bendice con la misión que nos ha confiado. Un abrazo grande de tu amigo:
Luife
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