viernes, 28 de diciembre de 2007

25 de diciembre - Navidad 2007

Aprovecho el viaje de Sebastián, mi actual hermano de comunidad, para escribiros de nuevo.

Desde mi regreso a Bayenga he podido visitar casi todas las aldeas del territorio que comprende la parroquia. El gozo de reencontrarse con las personas conocidas, ahora con perspectivas nuevas de presencia y actuación, se mezcla con la tristeza y el dolor de ver cada vez más de cerca la opresión del pueblo pigmeo. Dispersos, desorientados, divididos según las necesidades de sus señores, pagados con una moneda que los esclaviza aún más (el alcohol o el hachís). Viven sin horizonte, olvidando tradiciones y raíces, perdiendo su dignidad por cuatro trapos viejos y sucios...

Sin derecho de réplica

La indignación aumenta cuando uno lee o hace memoria junto con los habitantes del territorio: siendo los primeros habitantes del territorio, no son contados ni como personas, no se les pide permiso para instalarse en el territorio ni para explotar los recursos de la selva; se les imponen nuevas leyes,... Extranjeros en su propia tierra.

Quizás el hecho de hablar ya algo de kiswahili me permite darme más cuenta de lo que se cuece. Esto facilita mucho las cosas, uno comparte más, entiende más, ama más y sufre más.

La salud es un problema urgente. Al no disponer de dinero, pues son pagados normalmente con el trueque y sin proporción directa con el valor de su trabajo, no pueden acceder a los medicamentos; una operación de hernia inguinal (65 $ aproximadamente) o una cesárea (25 $) están totalmente fuera de las posibilidades e incluso del pensamiento de un pigmeo en nuestra parroquia, sin contar el trato que reciben. Unos días antes de mi regreso murió un pigmeo (mbuti) por una hernia estrangulada que el enfermero no quiso operar, pues sabía que no sería pagado. Cuando están seguros de nuestra intervención para pagar la operación o el tratamiento de un pigmeo, los enfermeros del dispensario aumentan la suma a pagar, a veces dando más medicamentos de lo necesario o reteniendo al enfermo más tiempo internado,... En fin, que no hay justicia y nos vemos obligados a arar con estos bueyes, pues no disponemos de personal enfermero misionero a nuestra disposición (a ver si los laicos misioneros se animan), ni contamos tampoco con los medios para atenderlos. Nos limitamos a darles algunas medicinas genéricas para algunas enfermedades más recurrentes como la malaria, la disentería, “le pian”,...

En el último encuentro con los animadores de la pastoral pigmea, me dieron la relación de diversos hechos graves de explotación y me pidieron que fuera a hablar con el responsable. Espero su regreso de Isiro para encontrarlo.

Sueño con un equipo mixto (de misioneros sacerdotes, hermanos, hermanas y laicos) para llevar a cabo una pastoral más específica, que nos permita una mayor presencia, conocimiento de la realidad, reflexión, así como un mayor campo de acción (en más ámbitos: salud, educación de la mujer, recuperación de la cultura del pueblo, para que puedan así dialogar con las otras culturas no sólo asimilarse a ellas, justicia y paz...). Por ahora uno se ve desbordado por el trabajo de una parroquia con una mayoría de habitantes bantús que no deja mucho espacio para una pastoral más específica, que responda a una antigua pregunta que nuestro Padre bueno dirige a toda la Humanidad: “¿dónde está tu hermano?”

Bueno, en esta tarde de Navidad, en la que recordamos y esperamos la venida de nuestro Señor, quiero rezar con más fe y con más esperanza: “¡venga a nosotros tu Reino!”, a los que duermen fuera, a los que no cuentan, a los que no tienen otro a quien acudir... ¡venga tu Reino!

Desde esta oración os invito también a quienes me leéis a implicaros, ayudadnos a buscar vida y justicia, a dar vida, a mantenerla, a devolver el derecho de existir a estos nuestros hermanos. ¿Tenemos sitio para acoger a Jesús? ¿Tenemos tiempo? ¿A qué estamos dispuestos a renunciar para acogerle, para dejarle vivir entre nosotros? ¿Qué estoy dispuesto a hacer para ello?

Como siempre últimamente, al releer lo escrito mientras me peleo con el sueño y el cansancio, me parece que no hay nada de concreto... en fin, a la carrera quería sólo saludaros y compartir con vosotros la esperanza del nacimiento de un Dios que opta por los últimos y que reina desde la debilidad. Que Él os bendiga con su paz.

Vuestro hermano, Andrés

¡De hoy no pasa! - Adviento 2007

Queridos amigos, hace mucho tiempo que no escribo. Como sabéis, los meses de agosto septiembre y octubre han sido un tiempo de gracia para mí como para otros 19 hermanos misioneros de la Consolata que rondamos los diez años de misa (algunos los superan, otros se acercan). Hemos tenido la oportunidad de retomar los libros, compartir y revisar nuestros años de consagración así como nuestro trabajo pastoral. ¡Apasionante! Escuchar los testimonios de años de misión vivida con intensidad, de búsqueda del Reinado de Dios...

Ya os contaré más despacio.

Ahora, sin mucho tiempo de batería, quiero hablaros de mi vuelta a Bayenga, en el Congo, y de nuestros hermanos bambuti:

El regreso ha sido un poco lento y brusco al mismo tiempo. Lento, por las combinaciones de vuelos que han alargado el viaje de vuelta: en total unos 20 días. Brusco, porque al regreso no he podido encontrar al hermano de comunidad, que me esperó pacientemente hasta que se vio obligado a salir de Bayenga antes de mi regreso, para poder aprovechar la última ocasión, por unos meses, para poder tomar su tiempo de reposo después de tres años por estas tierras.

Retomar todo y darme cuenta de lo acontecido durante los meses pasados no está siendo fácil para mí, aunque ya lo llevo con más serenidad. Una de las novedades que he encontrado es que han sido nombrados unos supervisores de los campamentos pigmeos, que deberían ayudarnos a saber cómo van aplicando los consejos sobre higiene, agricultura, escolarización de los niños... Mi sorpresa es que tales supervisores (bantús) están maltratando a los pigmeos (wambuti) de un modo exagerado, hasta el punto de que otros bantús han venido a darme parte. Les hacen trabajar desde las cinco de la mañana en sus campos (los de los supervisores), transportar material de construcción para las casas de los supervisores (troncos de árboles, paquetes de hojas para hacer los techos, lianas), alimentos... Lo peor es que les obligan a hacer estos trabajos justo en la época de preparar los campos para sembrar y de la cosecha, sin pagarles, o bien dándoles un pedazo de tela vieja o un poco de bebida... En caso de negarse a hacer dicho trabajo, los pigmeos son maltratados a bastonazos, llegando hasta hacerlos sangrar seriamente.

Evidentemente, los supervisores tienen lazos estrechos con los jefes administrativos, es decir, jefes de comarca o de colectividad (quizás se correspondan con el alcalde y el gobernador del territorio), lo que parece darles una cierta seguridad a la hora de actuar. Cierto, será la mentalidad, pero con todos los respetos, es una mentalidad que puede cambiar por justicia, por dignidad, por humanidad, por amor de Dios y de sus hijos.

En fin, parece que comenzamos ya el via crucis que había que recorrer. Toca escuchar a quienes nombraron a estos supervisores, comprender las razones y la finalidad primera de su trabajo y, también tomar decisiones al lado de quienes sufren injustamente. Optar por el pobre, optar por acoger amar y servir a Jesús en el pobre pasa por el conflicto con “el poder” de diferentes estatus. El tiempo de adviento es eso, ponerse a trabajar para acoger el Reinado de Dios, su Palabra entre nosotros. Hoy las palabras del evangelista Mateo resonaban con fuerza en nuestra parroquia: “Raza de víboras ¿quién os ha enseñado a escapar de la cólera que se avecina? Dad frutos de conversión...” y no os sintáis seguros de vuestra posición o de vuestra familia o de vuestros títulos o de vuestras tradiciones...

Espero que nuestro Padre Bueno nos dé la sabiduría y el valor suficientes para el camino.

Me estoy durmiendo, la jornada ha sido larga. He celebrado la misa en una capilla lejana de la parroquia (Yamo) y he aprovechado para visitar un campamento pigmeo que, por las ironías de la vida, se llama “Salisa”, que quiere decir “ayuda”; en cambio es el campamento más cercano al jefe de colectividad y , por tanto, el que le viene más a mano para hacerse servir en los diferentes trabajos que emprende.

Un abrazo y no nos olvidéis en vuestras oraciones ni en vuestras acciones.

Vuestro hermano Andrés.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Agosto de 2007

(puedes hacer click en las fotos para ampliarlas)

El mes de Julio ha sido bastante movido para mí. Comenzó con la colonia de verano que la diócesis organiza. En ella participan niños de casi todas las parroquias, claro que a partir de los 12 años, pues el desplazamiento hasta la parroquia que acoge se hace a pie, atravesando senderos a veces, solitarios, ríos,... a veces bajo la lluvia... (en la foto, niños pigmeos participantes en la colonia)

La organización no es sencilla: cada capilla de la parroquia prepara los niños durante todo el año. Ellos siguen temas de formación humana y cristiana y, finalmente, sólo los más regulares en la formación pueden participar en la colonia.

Unos meses antes empiezan a preparar su contribución, que es de un vaso de arroz y medio vaso de habichuelas por comida (tres al día). Ello supone un problema, ya que las familias no tienen reservas para ello y no suelen comer tres veces al día, por lo que los padres no entienden por qué se les pide dicha cuota.

Como estaréis pensando, la selección es muy dura, pero todos dicen que es necesaria, para que valoren la colonia y la formación que reciben durante el año y para incitar a los padres a prever, poco a poco y a saber ahorrar y administrar los bienes. De este modo, los niños que quieren completar su contribución hacen un pequeño servicio a la misión (cortan un poco de leña, siembran algunas plantas en el huerto,…) y nosotros ponemos lo que les falta.

Anduvimos dos días para llegar a la parroquia de Obongoni, lugar donde tuvo lugar la colonia (en la foto, de camino a la colonia). Comprobamos cómo la emoción del campamento vuelve incansables a los niños ¡Gracias a Dios! Disfruté viendo cómo se desarrollaba la formación sobre la figura de Anuarite, religiosa congoleña beatificada por Juan Pablo II, presentada como modelo para los niños y los adolescentes de nuestra diócesis. Por lo demás, todo se desarrolló como en todas las colonias de verano: juegos, servicios, hermandad, alegría, bromas... pero con mucho ritmo y pocas comodidades (fotos: lavando platos, y un poco de animación).





De regreso tuvimos un percance: uno de los animadores comienza a sentir un fuerte dolor abdominal, que aumentaba por momentos. Cuando me deja ver su abdomen veo que tiene una hernia estrangulada. Estaba anocheciendo y estábamos a unos 30 km del dispensario más cercano, por unas veredas impracticables. La única solución posible era evacuarlo rápidamente en moto... No sé todavía cómo llegamos sin caernos en medio de tanto fango, de la lluvia y sin visibilidad. Al partir, nos encomendamos a María Consolata y, ciertamente, ella nos presentó delante de su Hijo, nuestro Señor, que nos protegió en todo momento. El muchacho fue operado y se recuperó sin problemas.

Dos días después del regreso de la colonia de verano, nos disponíamos para acoger a los catequistas y responsables de pastoral de nuestra parroquia (unas 60 personas), que debían venir de cada capilla para hacer la evaluación del curso pastoral y sondear alguna pista para identificar qué dimensión pondríamos de relieve en el proyecto pastoral del próximo año. Todo lo hicimos en torno a la fiesta de la parroquia, que está dedicada a S. Camilo de Lelis (14 de Julio).Terminada la fiesta, p. Fiore (en la foto) y yo nos tomamos un tiempo para darnos las últimas novedades y nos despedimos hasta dentro de tres meses. El motivo: nuestra familia misionera nos invita a quienes hemos cumplido 10 años de sacerdocio o de consagración a hacer un curso de tres meses de formación-renovación.

Se agradece la iniciativa, pues después de unos cuantos años casi incomunicado en medio de la selva, uno se queda fuera del llamado mundo globalizado. Hace bien poder encontrar libros, instrumentos como Internet, escuchar conferencias, compartir experiencias de misión... A través de todo ello uno retoma aire nuevo e ideas para volver con nuevo ánimo a la misión.

Ahora os escribo desde Brasil, donde se desarrolla el curso hasta el 31 de octubre. Somos 21 hermanos de nuestra gran familia misionera, provenientes de realidades muy diferentes de misión, con desafíos y respuestas diversas, que constituyen una gran riqueza, que viene a nuestro encuentro desde África, América, Asia, Europa... Nos reunimos y compartimos en torno a nuestro carisma misionero, en torno a la memoria de nuestro fundador, José Allamano y de tantos misioneros que nos han precedido por los caminos del anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo a quienes no la han escuchado aún. Algunos veteranos nos acompañan; son verdaderos referentes en el camino de Dios y de su misión.

Es este un tiempo de gracia que nos prepara a una continuidad más serena, con más energía y creatividad. José Allamano, nuestro fundador, nos repetía que debemos ser santos y después misioneros. Por eso, nuestro instituto no ahorra esfuerzos para calificar nuestras vidas y nuestra misión, consciente de que es el Señor de la Vida quien lleva adelante el anuncio a través de estas vasijas de barro frágiles, que son nuestras vidas.

También en este tiempo sois protagonistas de la misión. Necesitamos vuestras oraciones, para que seamos dóciles al Espíritu Santo y nos dejemos moldear de nuevo y siempre por Él, sin rigideces y abiertos a la propuesta de santidad que nos ofrece a través de nuestro carisma de misioneros de la Consolata. Ahora me uno yo también a vuestras oraciones por nuestros hermanos en misión, por nuestros hermanos de Bayenga y por todos aquellos que esperan el anuncio de la buena noticia de Jesucristo y su fuerza transformadora de la realidad de este mundo, semilla del Reinado de Dios, que se está realizando poco a poco en nuestras vidas.

Os tengo presentes también a todos vosotros, que nos acompañáis a cada paso en la misión y que la hacéis posible con vuestro envío, vuestras oraciones, vuestras obras y vuestras cartas de aliento. A todos un abrazo y una cita: hasta mañana en el Altar.

Vuestro hermano, Andrés.

domingo, 24 de junio de 2007

Los habitantes de la selva

(puedes ampliar las fotos haciendo click en ellas)

Algunos días, cuando el sol se pone y el canto de la lechuza acompaña el silencio de la noche, se les puede oír, por temporadas, entonando cantos polifónicos, sin necesidad de articular palabras, con ritmo alegre y armonioso, mientras danzan sin cesar. Son los “bambuti”, los pigmeos.


Según los letrados, son los primeros habitantes de la frondosa selva que acompaña las aguas del río Congo desde su nacimiento hasta su desembocadura, en pleno corazón de África.
Recolectores y cazadores, los pigmeos se adentraron en la foresta evitando el conflicto con los distintos pueblos bantúes que se fueron asentando poco a poco y ganando terreno a la selva para sus cultivos.

Se les encuentra a menudo caminando por los senderos de la región, siempre en pequeños grupos; los hombres con el arco y las flechas en mano, las mujeres llevan a los niños en brazos o a espaldas y transportan en un cesto lo que han encontrado en sus andaduras: frutas, miel, setas, tubérculos, alguna pieza de caza ahumada,..., una mujer más anciana lleva unas brasas en un trozo de corteza de árbol, para poder encender con facilidad el fuego allá donde se detuvieren para comer algo o para dormir.

Son nómadas o semi-nómadas, pues se desplazan según las estaciones de recogida de frutos, de miel o de caza, volviendo finalmente a un campamento algo más estable, donde los ancianos y algunas mujeres esperan el regreso del resto del grupo. Cuando están “de expedición” hacen con asombrosa agilidad unas casas en forma de iglú con ramas y grandes hojas, que les sirven de refugio durante las lluvias torrenciales y de habitación para dormir.

No pocas veces deben entrar en la selva para hacer batidas de caza para algún jefe bantú, que pueden durar varias semanas.

A veces, cuando necesitan algún pantalón o una pieza de tela para vestirse, hacen una jornada de trabajo en el campo de algún campesino bantú y se vuelven al campamento o a la selva.
Hay también algunos pigmeos que usan el mismo sistema para obtener una botella de vino de palma o para comprar un poco de cáñamo para fumar.


Impresiona, llegando a los campamentos, ver a casi todos los niños con los ojos afectados por la conjuntivitis o con llagas purulentas...así como algunos enfermos de lepra o tuberculosis que esperan el desenlace de la enfermedad con resignación.
Hasta hace pocos años no había prácticamente ningún pigmeo que hubiera estudiado, ni siquiera la escuela elemental. Vivían aislados, quizás huyendo esa relación casi feudal con los pueblos bantúes, o simplemente porque prefieren vivir en su modelo de sociedad sin mezclarse demasiado con los otros. No lo sé. El caso es que en las últimas décadas, a causa de las comunicaciones: medios de transporte, radio, televisión... y seguramente otros muchos factores como el interés de otros pueblos por ayudarles en el dominio de la sanidad, de iniciarlos en la agricultura, para que no tengan que venir a los campos de los vecinos a “recoger” la ración cotidiana de alimentos (evidentemente sin consciencia de robo, sino siguiendo su hábito de recoger los frutos de la selva),... Decía que en estas últimas décadas se está produciendo poco a poco un diálogo entre culturas, a un paso más acelerado.
Hoy buscan los cuidados médicos de los pocos dispensarios que funcionan en los poblados bantúes de su territorio, aunque esperan hasta el último momento, buscando soluciones en sus remedios tradicionales; algunos niños frecuentan unas escuelas que han desarrollado un programa especial para hacer más asequible a los niños pigmeos el aprendizaje, aunque persiste el problema del nomadismo por estaciones, en que los niños se ausentan de la escuela para seguir a sus padres y amigos en las incursiones en la selva profunda en busca de víveres y de algo para trocar y poder comprar ropa o medicamentos..., se dejan aconsejar sobre la agricultura y buscan semillas para sus campos...; acogen con agrado consejos sobre higiene y prevención de algunas enfermedades vinculadas a los hábitos de limpieza o de la cocina...

La iglesia de la diócesis de Wamba, desde hace años, se emplea en este proceso de diálogo, buscando la integración de las culturas bantú y pigmea, en los dominios de la educación y de la sanidad. Actualmente hay más de diez escuelas mixtas (pigmeos y bantúes) en la diócesis, dos escuelas secundarias con sendos internados donde los jóvenes pigmeos pueden compartir con sus vecinos bantúes el aprendizaje. En un principio se les está orientando a la opción pedagógica con el fin de que los mismos pigmeos puedan llegar a enseñar en las escuelas mixtas.

En Bayenga, sede de nuestra parroquia, tenemos una de estas escuelas secundarias, donde este año hemos obtenido la primera promoción de maestros pigmeos: cinco jóvenes que con entusiasmo comenzarán el trabajo en diferentes escuelas de la diócesis. ¡La Buena Noticia de Jesucristo sigue haciéndose carne y sembrando esperanza, construyendo esa nueva humanidad en todos los pueblos, hermanando personas, pueblos, culturas, que se vuelven riqueza recíproca, Vida Nueva!
También en Bayenga intentamos acompañar a los pigmeos en el campo sanitario, ofreciendo una asistencia muy primaria en las visitas a los campamentos e invitando a los enfermos más graves a ir al dispensario. Todavía representa un problema el modo de adquirir las medicinas por su escasez, pero también porque los pigmeos no tienen normalmente un modo para obtener dinero y no siempre las cosas que ofrecen como trueque son suficientes para pagar una operación o ciertos medicamentos más especializados...

El acompañamiento de nuestros hermanos pigmeos nos invita a la itinerancia. Itinerancia física, en cuanto hemos de hacernos algo nómadas con ellos, para visitar los campamentos (una veintena), para lo que nos servimos de una vieja moto, de la bicicleta o a pie, pues los caminos no son practicables para los coches. Itinerancia cultural, pues es necesario estar dispuestos a relativizar nuestra mentalidad y costumbres, para poder dialogar con otros pueblos y culturas.
Itinerancia anímica, pues este tipo de pastoral es una invitación a poner nuestro corazón en cada hermano que encontramos, sabiendo volver cada vez a la fuente de la que emana nuestra vida entera, nuestros sentimientos, nuestra bondad, nuestro amor; sabiendo volver a nuestro Señor.

Necesidades concretas de nuestra pastoral son:
Una nueva moto, que no nos deje tirados por esos senderos que penetran en la selva.
Un fondo para la formación de animadores pigmeos y para sus instrumentos de trabajo.
Un fondo para comprar algunas medicinas primarias o esenciales para los pigmeos: analgésicos e antiinflamatorios, antimaláricos, algún antibiótico, alguna pomada para los ojos...
Un fondo para ayudar a los estudiantes...
En fin, por ahora os dejo aquí por falta de tiempo y porque no quisiera aventurarme a hablar más de lo que el ritmo de conocimiento mutuo me permite. A veces me acuerdo del diálogo entre el principito y el zorro, que narra Antoine Exupery en su célebre obra “El principito”. Que nuestro Padre bueno nos de paciencia, sabiduría, misericordia, humildad, para saber acompañar a estos hermanos nuestros y para dejarnos acompañar por ellos.
Gracias a todos los que nos acompañáis con vuestras oraciones, vuestras cartas y vuestra cercanía, así como con vuestros donativos que hacen posible nuestra vida y nuestra misión de cada día.
Unidos en Jesucristo y en su misión, vuestro hermano Andrés.

sábado, 26 de mayo de 2007

Sorpresa: la misión

Así es; la misión cambia la vida. Cambia los espacios físicos, los hábitos, la manera de relacionarse con los demás, la imagen de Dios y el modo de dirigirse a Él, el objeto de nuestra oración,... cambia también los programas y la manera de programar.

Por eso, después de todas las buenas intenciones de mantener una correspondencia constante y de teneros informados sobre la misión de Bayenga (nordeste de la República Democrática del Congo), me encuentro delante de la primera carta un poco más larga que consigo escribir.

Hoy estoy en Wamba, acompañando al P. Enrico dos días, que ha recibido la noticia de la muerte de su hermana (también ella misionera de la Consolata). Aprovecho estos días de calma para contaros las primeras impresiones, vivencias e ideas de estos meses transcurridos en Bayenga.

De camino a Bayenga el paisaje es magnífico: a ambos lados de la carretera se levanta una selva imponente y frondosa de colores, sonidos y olores indescriptibles por su exuberancia y variedad.

Es inebriante cuando, en algún instante perdido de calma, uno se detiene a contemplar el infinito juego de luces y colores de los amaneceres y los atardeceres, donde la luz transforma cada matiz, cada rincón y donde todo, aves, animales, plantas, personas…toma vida o bien busca un lugar para reposar.

Las visitas periódicas a las capillas y a los campamentos pigmeos se vuelven espontáneamente canto de alabanza al Creador. Cada paisaje, cada sendero, cada saludo en el camino conducen a Él.

El territorio de la parroquia de Bayenga tiene una extensión de 45x35km cuadrados=1.575km cuadrados y cuenta con unas 17 capillas (alguna está naciendo) y numerosos campamentos pigmeos.

La población de la parroquia, en su mayoría son de la tribu Budu, por lo que, en swahili se llama a los habitantes Wadudu.

El segundo grupo más importante en número son los pigmeos que en Kibudu son llamados Bambuti.

Los wabudu, en general, son agricultores. Cultivan arroz, fríjoles, maíz y sobre todo bananas (makemba) y mandioca, de la cual se pueden comer las hojas y los tubérculos.

En nuestra zona no se comercia mucho con los productos alimenticios. La agricultura es de subsistencia y, a veces, viene muy justa. Se pasa hambre aunque hay terreno para cultivar. Quizás falte la iniciativa o la previsión, puesto que la naturaleza es bastante generosa en frutas silvestres y en animales de caza.
Al no haber comercio, la gente no tiene casi dinero para pagar la escuela ni las medicinas, ni otros servicios… (¡Ya veremos cuando nuestra joven democracia empiece a pedir que se paguen los impuestos…!) así que todo funciona a trompicones.

La Iglesia, desde hace años, tomó como prioridad la educación para que así, poco a poco, pueda entrar otra visión de la realidad y se empiece a soñar con el desarrollo.

“Soñar”: es una de las cosas que me llama la atención aquí. Los jóvenes no tienen sueños no hacen proyectos… Bueno, sí; quizás exista el sueño de la cenicienta, que espera que llegue el príncipe azul y cambie su vida,….pero poco más. Es raro escuchar a algún joven o incluso adulto que piense en clave de proyecto y prepare poco a poco un futuro mejor para su familia o su aldea. Cierto que tantos años de guerra, en los que no se puede recoger lo sembrado, tiran por tierra todos los sueños.

La escuela, por lo tanto, sigue siendo un pilar importante en el método evangelizador de nuestra diócesis y de nuestra parroquia, pues también es necesario que los cristianos sepan leer la palabra de Dios y concretarla en la vida de cada día, con toda su fuerza dinamizadora y transformadora.

Durante los largos años de crisis institucional, la Iglesia ha llevado, junto con los padres de los alumnos, el peso de la educación en el país. Ahora que el Estado comienza a pagar a los enseñantes, esperamos que el nivel de la educación se alce y que todos los niños y jóvenes puedan acceder a ella.

En Bayenga estamos terminando de construir una escuela secundaria, que empezó a funcionar en aulas de fango y cañas. Ahora nos queda quizás el último esfuerzo de hacer los suelos, al menos en cemento, y... más adelante, cuando los medios nos lo permitan, hacer unos cuantos bancos en condiciones,... ventanas... .En fin! El efectivo de alumnos este año ha oscilado entre 180-150. Encontrar profesores cualificados que quieran venir hasta Bayenga para enseñar es otro desafió no indiferente. Pero la Consolata (así se llama la escuela secundaria) hace pequeños milagros que mantienen con vida la esperanza de estas familias.

En ámbito de la salud se puede decir que hay dispensarios en las aldeas más importantes, aunque no están bien fornidos de medicamentos por la dificultad de la población para pagar los precios, por la dificultad de almacenamiento en casas de barro, por la falta de frigorífico que pueda conservar las vacunas...

En Bayenga, centro, el dispensario data del tiempo de la colonia Belga: Es un edificio coqueto, funcional, aunque pequeño y mal conservado (las vigas de madera del techo están casi podridas, la ventanas y puertas así como las camas de hospitalización y los materiales del laboratorio son una sombra de lo que fueron).

Aunque el dispensario es de administración estatal, desde la misión intentamos sostenerlo con la compra de medicamentos en grandes confecciones en la ciudad de Isiro, con lo que al menos en esta aldea, la población encuentra casi siempre los medicamentos más necesarios; siempre genéricos, por supuesto, elaborados en India, Kenya, Sudáfrica o en la misma R.D. del Congo, y a precios bastante módicos.

Aquí agradecemos las ayudas que recibimos para comprar estas medicinas e invitamos a posibles bienhechores a animarse para sostenernos en este campo. La gestión del dinero y de la farmacia se hace en colaboración entre la misión y el Centro de Salud y por el momento funciona bastante bien.

En los últimos meses hemos ayudado a uno de los enfermeros a hacer un curso breve de cirugía y ya lleva unos 4 meses operando hernias, haciendo cesáreas, y otras operaciones sencillas.

Quedan muchas cosas que contar, pero antes de cansaros quiero contaros algo sobre nuestros hermanos Bambuti (pigmeos).
Primeros habitantes de la selva de la cuenca del río Congo, se replegaron al interior de la selva ante la presencia de otros pobladores con costumbres y tradiciones diferentes. Pequeños de estatura y, por tanto, menos fuertes que los pueblos bantúes, fueron y son sometidos por ellos. La relación es de servitud y por eso los Bambuti se esconden y evitan compartir los mismos ambientes que los Bantúes (sean ellos Wabudu o no); incluso en el hospital prefieren dormir y ser hospitalizados en chozas antes que permanecer en el mismo dormitorio con bantúes, pues aun enfermos deberían servirles así como sus familiares que vienen a visitarles.

Se acercan a menudo a la misión para ser curados y atendidos de otra manera, pero mantienen las distancias y, terminada la relación de necesidad, desaparecen discretamente.

A veces los Wabudu obtienen sus servicios (jornadas de duro trabajo talando árboles o labrando una tierra de profundas raíces bajo un sol insoportable) por una botella de vino de palma.

He podido visitar algunos campamentos y la impresión es un tanto triste. Un grupito de chozas que se tienen en pie a duras penas, pocas mamás y unos cuantos niños sucios y desnudos….

Desde hace unos años la Diócesis se esfuerza por atraer a los niños a la escuela, con un programa educativo adaptado a ellos y a su condición de recolectores-cazadores que les lleva al nomadismo.

En todo caso, son un enigma todavía para mí y me siento bastante atraído a conocerlos y acompañarles. Por ahora me encuentro aún en la fase de aprendizaje del swahili y del conocimiento de la realidad, pero se perciben ya los signos de la esperanza y de la vida.

Es admirable y cautivadora la acogida y la sociabilidad de cada persona y de cada familia; encomiable el trabajo realizado, durante años y en silencio, por la Iglesia y cada uno de los misioneros. Es un himno a la vida y al Creador, la lucha cotidiana de cada congoleño, de cada mobudu, de cada mombuti....

Es un milagro, fruto de la nueva humanidad instaurada por Jesucristo, que tantos cristianos del mundo entero se preocupen por estos rincones perdidos de África y se sepan hermanos de cada habitante del Congo y quieran acompañarles.
Gracias a todos y hasta pronto. Vuestro hermano Andrés.

martes, 20 de febrero de 2007

solidarios con los pigmeos

Por distintos medios de comunicación he recibido la misma pregunta buscando modos concretos de colaborar: algún proyecto...
He de deciros que, después de cinco días de viaje (2 días de espera a Kisangani y dos a Beni) hoy hemos llegado a Isiro p.Tarcisio (un veterano con 32 años en el Congo), Olivier (un joven abogado congoleño) y yo. Espero llegar a Bayenga en los próximos días y, una vez allí, tomaré conciencia de la realidad y podremos hablar de cosas concretas. De todos modos, un compromiso adquirido ya por nuestra familia misionera es el de sostener económicamente el internado que permite a un grupo de jóvenes estudiantes pigmeos asistir a la escuela secundaria de Bayenga. El costo asciende a unos 15.000$ anuales y, evidentemente, tendremos que movilizar a cuantos bienhechores y amigos podamos para concretar este compromiso. Hasta aquí lo que he leído en Kinshasa sobre nuestro compromiso en Bayenga.
Más adelante podré contaros más cosas. un abrazo a todos y gracias por vuestra cercanía y solidaridad. Vuestro, p. Andrés

miércoles, 14 de febrero de 2007

14 de febrero de 2007

Queridos amigos, querida familia:

Hace una semana que llegué a Kinshasa y aprovecho esta ocasión para escribiros y contaros las primeras impresiones de la vuelta de vacaciones.

El viaje fue muy bien, gracias a Dios y a vuestras oraciones y las de la prima Águeda (el 5 de febrero era su onomástico). La llegada al aeropuerto de Kinshasa también (ya sabéis que antes te ponían mil y un problemas para pasar, pero parece que ahora está entrando un poco de orden.
La comunidad me acogió muy bien en St. Hilaire y en los días sucesivos fui viendo a algunas personas de la parroquia; así, poco a poco, me fui poniendo al día de los sucesos acaecidos en estos tres meses de ausencia.

El viernes vino a vernos el P. provincial, que comunicó oficialmente primero a mí y luego a la comunidad mi nuevo destino: la parroquia de Bayenga en la Diócesis de Wamba, en la Provincia Oriental. El domingo fue un día de emociones confundidas en St. Hilaire: en las dos misas nos saludamos primero y, al final, nos despedimos.

Muchos sentimientos, recuerdos, sueños, ilusiones, agradecimientos y actos de fe en poco tiempo. Un pilar: la certeza de que el Camino continúa, de que el Camino es Jesucristo, su Palabra y su Vida; la certeza de que en Él está la felicidad, la Vida en abundancia.
Un deseo: que la gracia de su Espíritu se derrame sin cesar sobre mi arcilla para que pueda ser aún y siempre moldeable según su voluntad y, así, Él pueda servirse de mí como quiera en su misión.

Tanto la comunidad IMC de St. Hilaire, como la comunidad parroquial me manifestaron su cercanía y me aseguraron sus oraciones y la ofrenda de sus vidas para acompañarme en esta nueva etapa de la misión e interceder por mí ante nuestro Padre Bueno.

El lunes siguiente vine a instalarme en la casa regional, mientras esperamos el vuelo hacia Kishangani y luego Isiro. Aquí, además de encontrarme con P. Alonso, el Provincial, y P. Fernando, al que conocéis, he coincidido también con Paco, Fini, David y Susi, los cuatro laicos misioneros de la Consolata que, procedentes de Elche, están estudiando la lengua francesa y aprendiendo algunas pistas sobre la realidad del Congo Democrático, en vistas de una buena inserción que les permita trabajar codo a codo con nosotros en la misión. Con ellos compartimos la alegría y la frescura entusiasta de los primeros pasos en la vida del evangelizador.

Pasado mañana, si Dios quiere, saldremos para el norte el P. Tarcisio, el Sr. Olivier y yo. Ahora mi cabeza y mi corazón están ya tendidos hacia allí. Durante las últimas semanas pasadas en Jaén, he intentado leer algo sobre los pigmeos y me da la impresión de que acompañar a este pueblo en el contexto en el que se encuentra es una misión apasionante por su complejidad y por su marginalidad. La diócesis de Wamba ha recorrido ya un camino con ellos desde hace varios años, a través de la presencia de los misioneros e intentando facilitarles el acceso a la educación. Será bonito poder conocer lo ya realizado, compartir criterios y aunar fuerzas; seguir viviendo el don de la comunión en la Iglesia.

Estoy contento también de poder caminar en esta etapa junto al P. Giuseppe Fiore, que trabaja en la R.D. del Congo desde el 1974 y cuya experiencia de grande humanidad, de fe, de vida religiosa y de pastoral serán una buena fuente de riqueza y de equilibrio para mi pobre experiencia.

Con alegría, pues, y con gran entusiasmo, nos ponemos de nuevo en Camino, en manos de quien es el Camino, la Verdad y la Vida, para dejarnos convertir nosotros también en camino, verdad y vida para los demás, especialmente para los pigmeos.

Un abrazo de nuevo a cuantos compartís con nosotros la misión. Vuestro hermano Andrés.

sábado, 27 de enero de 2007

¡Hola a todos!

Aquí estamos, queridos amigos, en esta aventura de dar a conocer los caminos de la misión.

Después de un tiempo de vacaciones vuelvo a la República Democrática del Congo. Es una nueva etapa. Esta vez me envían a la Diócesis de Wamba, Provincia Oriental, al Nordeste de este inmenso país.
Bayenga es el nombre de la aldea donde está situada nuestra misión. Allí haremos camino junto al P. Fiore, italiano, uno de los pioneros de nuestra familia Consolata en la R.D. del Congo.

La peculiaridad de esta parroquia es la presencia de un buen número de pigmeos, grupo étnico marginado y en vías de extinción. Por eso, la Iglesia local nos pide que nos impliquemos de una manera especial en el acompañamiento de este pueblo en este momento histórico tan difícil para ellos.

Este "blog" pretende ser un medio de divulgar la realidad de los pigmeos al mismo tiempo que compartimos nuestro caminar con ellos desde la fe y la esperanza en otro mundo, en otra humanidad en la que todos seamos más hermanos y toda diversidad sea considerada riqueza que se ha de valorar y con la que hay que dialogar.
En ese camino nuestro horizonte es el Reinado de Dios que proclama Jesucristo y nuestro ideal de humanidad el que Jesucristo encarnó.

Quisiera que fuera también un medio para transmitir noticias de nuestra familia Consolata en la República Democrática del Congo: nuestras presencias, nuestro estilo de misión, nuestras actividades y proyectos...

¡Y cómo no! me gustaría que fuera también una puerta abierta a vosotros, para mantenernos en contacto, para que, fácilmente, podáis darme, darnos noticias vuestras, que tanto bien hacen y tanta alegría dan.

Bueno, pues con titubeos (estos avances electrónicos me superan un poco) pero con entusiasmo, damos inicio a esta nueva andadura. Que sea por el bien de la misión, de los pigmeos y nos hagan más familia.

Un abrazo a todos de vuestro hermano Andrés