viernes, 29 de febrero de 2008

27 de febrero de 2008

¡Hola de nuevo, familia!

Aprovecho una visita a Isiro para contaros algo más de lo que vivimos en Bayenga.

Antes de nada quiero agradecer a todos los que nos acompañáis con vuestra oración, con vuestras cartas y con vuestros donativos. Hemos podido comprar una moto que nos viene de perilla para visitar los campamentos y las capillas. Hemos comprado también una buena cantidad de medicinas genéricas de producción congoleña y keniana, sobre todo antimaláricos, analgésicos, antitérmicos, antibióticos de diferente espectro de acción, desinfectantes, vendas, suero rehidratante,... En fin, se trata más que nada de medicinas que conocemos y que podemos usar para hacer frente a las enfermedades más recurrentes en esta zona.

Hay enfermedades, como la lepra y la tuberculosis, que no podemos tratar aún, porque los medicamentos llegan a los responsables de los centros de salud de referencia, para que sigan la evolución de los enfermos con el fin de erradicar la enfermedad, y ¡bueno! Son justamente esos enfermos los que no reciben por el momento ninguna atención. Mandamos los informes, las muestras de esputo, y los meses pasan, y los años, sin obtener la más mìnima respuesta. Eso sí, hay organismos que vienen, visitan, se convencen de la importancia de ofrecer la ayuda, la dan a los médicos responsables o a los enfermeros y... nuestros hermanos pigmeos ni huelen las medicinas.

Es cierto, "hay que hacer un seguimiento cotidiano" dicen. Nosotros ofrecemos nuestros animadores que visitan los campamentos casi a daiario y que podrìan dar la dosis correspondiente cada dìa, dar el informe periódicamente, y todo gratuitamente, pero por ahora, no tenemos ninguna respuesta. En fin, no nos cansaremos de insistir y de proponer posibilidades para hacerlos curar.

Cambiando de argumento, os cuento que estoy aquí, en Isiro, para recoger al P. Fiore, Giuseppe, que vuelve de las vacaciones. Esto nos permitirá organizarnos mejor y distribuir el trabajo, de modo que podamos llegar mejor al mayor número de personas. Nuestra presencia aquí es una gota de agua en el océano, pero nos gustaría que fuera significativa, que hable del amor y la bondad de nuestro Señor Jesucristo y que, como la levadura en la masa, transforme poco a poco la realidad de este pueblo que sufre, así como nuestra propia realidad, pues a través de lo que vivimos cada día nos conocemos mejor nosotros mismos, nuestros defectos y nuestra pequeñez, y descubrimos más claramente la obra de Dios en nuestras vidas; apreciamos los valores del otro, del pobre, de las otras culturas y pueblos... En fin, que es una vida única, la de la misión.

Los casos de abusos e injusticias continúan. A veces la impotencia ante la impunidad me llena de rabia y la muerte de inocentes, sobre todo de los niños, me deshace en lágrimas, que intentan luego convertirse en reflexión, en búsqueda de caminos, en diálogo, en denuncia... Todo es muy lento para mi gusto, pero es cierto que hay pasos positivos y algo cambia en algunas personas.

La semana pasada hemos tenido la asamblea diocesana para programar nuestras acciones pastorales durante los próximos tres años. Han sido unos días de gracia, que nos han dado muchas luces y nos han ayudado a tomar conciencia de que no estamos solos. Mientras tanto, nuestro Señor nos sigue llamando, a los cristianos de todo el mundo, para que no nos durmamos, nos invita a colaborar en su Reinado, en esa nueva Humanidad más solidaria, más fraterna, más humana, más cristiana, una Humanidad en la que sepamos vencer las fronteras establecidas por nuestra torpeza y nos descubramos hermanos, miembros de una misma familia, ciudadanos de un mismo pueblo, hijos de un mismo Padre. Sólo así sabremos luchar por el bienestar de todos y sabremos luchar por la justicia en todas partes, sólo así venceremos a la indiferencia que es irremediablemente culpable de tanto dolor.

Felizmente, el Reino de Dios crece sin cesar, en silencio, hasta de noche, y los signos de su presencia son evidentes. La lucha continúa. Nos encontraremos en el camino, con el pan y con el vino.

Os mando algunas fotos. Un abrazo a todos. Andrés.



















1 comentario:

Anónimo dijo...

HOLA ANDRES:
Mi más sincera admiración por tu trabajo y tu exquisita sensibilidad en la misión. La gota de agua en el océano y tus lágrimas por la muerte de inocentes, llegan hasta esta tierra de olivos para hacernos reflexionar de lo que es verdaderamente importante en la vida.
Un fuerte abrazo
MIGUEL LECHUGA -Jaén-