domingo, 8 de octubre de 2017

Dios quiere que seamos felices

Hace unos años, en el campamento de Boyoma, el jefe Bahoni me contó lo que sus mayores le enseñaron sobre Dios. Algunas veces más, en varios campamentos, diferentes personas me han contado más o menos lo mismo.
Intento resumirlo aquí a partir del último diálogo con Epá, un antiguo jefe de campamento:

- Epá, a ver, cuéntame de nuevo ¿qué sabes de Dios?

Sonriendo, asombrado de que yo le pregunte esto, me responde con actitud de maestro:

- Dios habitaba sobre nosotros y la tierra estaba bajo sus pies. Nosotros, los pigmeos, y los demás pueblos vivíamos bajo la tierra. Una tarde, una mamá pigmea, después de una dura jornada buscando algo para comer en la selva, puso la cacerola con la comida en el fuego. Dios estaba paseando en esos momentos y un poco de tierra se desprendió y cayó en la cacerola. La mamá empezó a llorar desconsolada porque no tenía nada más que preparar para comer ella y los suyos.

Cuando Dios la escuchó llorar comprendió su desolación y le dijo: “a partir de hoy, pondré la tierra bajo vuestros pies, para que podáis vivir y comer sin problemas, para que seáis felices.”

Dios habitaba entre nosotros, pero no se dejaba ver, para no asustarnos, porque es muy grande y fuerte. Todas las tardes, unos jóvenes depositaban un plato de comida en un lugar lejano del campamento, donde Dios venía a comer cada día. Un día, esos jóvenes, movidos por la curiosidad, se escondieron para verle. Dios, que ve todo, se dio cuenta y, por compasión, no vino a comer aquél día, para que los jóvenes no se asustaran con su presencia. Desde ese día, Dios se escondió en nuestros corazones y en nuestros sueños y desde ahí nos habla y nos guía para que sepamos vivir mejor entre nosotros....

Escuchando este relato un mar de ideas bulle en mi corazón, queriendo entender y asociar impresiones y conceptos.

Creo que los pigmeos que viven en la zona de nuestra parroquia entienden que Dios tiene poder sobre las cosas y sobre el mundo y lo dispone para que ellos y las demás personas sean felices.

Dios está cerca de nosotros, está atento a nuestra vida y quiere eso, que vivamos bien y felices.

Ve el sufrimiento y las dificultades de las personas y se deja conmover.

Cambia su condición y se abaja por nuestro bien, para librarnos del sufrimiento.

Vive ahora entre nosotros protegiéndonos y mostrándonos el modo de ser felices.

Quiere nuestro bien.

Es pedagogo: nos acompaña sin imponerse, ni asustarnos.

No podemos conocerle, ni poseerle, ni dominarle.

Él conoce nuestros corazones y nos habla en ellos, en nuestros sueños, siempre orientando nuestros pasos para que sepamos vivir bien entre nosotros y, así, seamos felices.

Otros pequeños relatos y reflexiones (aunque sin tanto consenso), narran cómo "Dios ordena toda la creación: las estrellas, la lluvia, la selva... Él hace (crea) todas las cosas. Las personas siguen viviendo después de la muerte; los buenos, en la selva (fuente de la vida) y luego vuelven a Dios; los malos, penan entre los matorrales, en los lugares oscuros,... Ellos nos asustan cuando caminamos por la selva: si vemos moverse unas matas u oímos un ruido y no ha sido un animal o un pájaro la causa, entendemos que ha sido el espíritu de algún hermano muerto, que camina por la selva sin saber a dónde ir. Si nos caemos sin motivo, si nos enfermamos sin razón, ellos tienen algo que ver.”

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