lunes, 28 de octubre de 2019

Tiempo de intentos

Después de un tiempo visitando las comunidades de nuestra parroquia de Nabasanuka, en territorio warao, y sumergidos en el dinamismo del sínodo por la Amazonia, os comparto algunas de las primeras impresiones, con mucha humildad y con la convicción de que tengo que seguir confrontándolas todos los días a través del encuentro con las personas, el diálogo y la oración.

Lo primero que llama poderosamente la atención es el proceso de migración que se inició ya en el 2014 y que “explotó” en 2016-17 hasta nuestros días. La búsqueda de alimentos, de medicinas, de ropa,... en definitiva, de una vida digna, lleva a los warao, como a los ya casi 5.000.000 de venezolanos a dejar sus familias, salir de sus tierras, sus raíces, dejándose en brazos de la incertidumbre.

En la vida cotidiana de los caños (así llaman a cada uno de los más de 300 brazos en los que se desparrama el río Orinoco antes de abrazar el Océano Atlántico), los alimentos no son ni abundantes ni variados. El ocumo chino “quiere ser” el alimento de base, sólo que las grandes crecidas de los últimos años y los grupos de báquiros (especie de jabalí que abunda en los parajes) diezman el fruto del trabajo de los warao, volviéndolo insuficiente para la subsistencia y obligando a casi todas las familias a desplazarse en canoa durante uno o dos días (2 ó 3 veces por semana), para cambiar ocumo por jabón, ropa, sal, cepillos de dientes,... al regreso, aun tienen que darse a la pesca, esperando que los “naba arao” (espíritus señores del río) les concedan pescado en abundancia para la familia. Como no tienen modo de conservarlo, han de salir a pescar todos los días, con más o menos fortuna. No he visto hasta ahora que se alimenten con otras verduras o frutas a parte de la fruta oleaginosa del moriche, que no tiene mucha pulpa y necesita un proceso de elaboración de unos tres días.

Los instrumentos de trabajo para cultivar la tierra o para pescar son muy caros para ellos, que no tienen ningún modo de conseguir dinero en efectivo desde los caños, así que la subsistencia se convierte en un desafío poderoso para ellos.

Los jóvenes que han terminado de estudiar la escuela secundaria pasan el día entero sin saber qué hacer, salvo algo de deporte en una cancha pequeña de cemento, defectuosa, que se inunda a ciertas horas del día según la época del año. La falta de horizontes y de referentes hace de las chicas víctimas fáciles de la trata de mujeres y a los chicos víctimas de la marihuana o del contrabando, aunque otros deciden alistarse en la policía o el ejército, que no son las instituciones mejores para crecer en valores en Venezuela en estos momentos.

La política divide a las familias con falsas promesas y con represalias institucionales, a veces, incluso entre miembros del mismo partido. Así se han debilitado hasta las más elementales formas de organización, haciendo más sencilla la manipulación de la gente y más vulnerable cualquier tipo de protesta.

Aun siendo mi prioridad en este momento el estudio de la lengua y el conocimiento de las personas y del pueblo warao, creo que es urgente intentar identificar a los líderes, invitarles a reunirse, provocar y facilitar el diálogo y la reflexión entre ellos, para que, tomando conciencia de la coyuntura en que viven, puedan preguntarse hacia dónde quieren ir, con qué fuerzas cuentan, cómo organizarse... interpelando su ser warao, su espiritualidad, su resiliencia...

Me parece también urgente proponer algo a los jóvenes para intentar abrirles un horizonte de futuro, despertar su esperanza y su capacidad de soñar..., evitando la migración a la ciudad o a Brasil, con la consecuente desestructuración personal e identitaria.

Ya hemos iniciado los procesos, siguiendo las huellas de mis hermanos de la Consolata; me estoy apoyando en algunas de las personas formadas por ellos. Así estoy invitando al encuentro y a la organización más allá de las familias (forma natural de organización warao) y hemos iniciado un camino formativo para los jóvenes a través del cual queremos prepararnos para sensibilizar y formar las distintas comunidades (unas 100) de nuestro territorio. Nos gustaría hacer talleres de alfabetización de niños en lengua warao, de promoción de la mujer, de recuperación de la medicina tradicional warao y prevención de algunas enfermedades, y otro taller de organización comunitaria a través de la escucha de los ancianos. Junto a estas actividades, queremos animar a los jóvenes de las distintas comunidades a implicarse en este camino, siendo animadores locales de sus propias comunidades y de las comunidades vecinas.

Ya os contaré cómo va el camino. Un abrazo y una oración.

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