La organización no es sencilla: cada capilla de la parroquia prepara los niños durante todo el año. Ellos siguen temas de formación humana y cristiana y, finalmente, sólo los más regulares en la formación pueden participar en la colonia.
Unos meses antes empiezan a preparar su contribución, que es de un vaso de arroz y medio vaso de habichuelas por comida (tres al día). Ello supone un problema, ya que las familias no tienen reservas para ello y no suelen comer tres veces al día, por lo que los padres no entienden por qué se les pide dicha cuota.
Como estaréis pensando, la selección es muy dura, pero todos dicen que es necesaria, para que valoren la colonia y la formación que reciben durante el año y para incitar a los padres a prever, poco a poco y a saber ahorrar y administrar los bienes. De este modo, los niños que quieren completar su contribución hacen un pequeño servicio a la misión (cortan un poco de leña, siembran algunas plantas en el huerto,…) y nosotros ponemos lo que les falta.
De regreso tuvimos un percance: uno de los animadores comienza a sentir un fuerte dolor abdominal, que aumentaba por momentos. Cuando me deja ver su abdomen veo que tiene una hernia estrangulada. Estaba anocheciendo y estábamos a unos 30 km del dispensario más cercano, por unas veredas impracticables. La única solución posible era evacuarlo rápidamente en moto... No sé todavía cómo llegamos sin caernos en medio de tanto fango, de la lluvia y sin visibilidad. Al partir, nos encomendamos a María Consolata y, ciertamente, ella nos presentó delante de su Hijo, nuestro Señor, que nos protegió en todo momento. El muchacho fue operado y se recuperó sin problemas.
Se agradece la iniciativa, pues después de unos cuantos años casi incomunicado en medio de la selva, uno se queda fuera del llamado mundo globalizado. Hace bien poder encontrar libros, instrumentos como Internet, escuchar conferencias, compartir experiencias de misión... A través de todo ello uno retoma aire nuevo e ideas para volver con nuevo ánimo a la misión.
Ahora os escribo desde Brasil, donde se desarrolla el curso hasta el 31 de octubre. Somos 21 hermanos de nuestra gran familia misionera, provenientes de realidades muy diferentes de misión, con desafíos y respuestas diversas, que constituyen una gran riqueza, que viene a nuestro encuentro desde África, América, Asia, Europa... Nos reunimos y compartimos en torno a nuestro carisma misionero, en torno a la memoria de nuestro fundador, José Allamano y de tantos misioneros que nos han precedido por los caminos del anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo a quienes no la han escuchado aún. Algunos veteranos nos acompañan; son verdaderos referentes en el camino de Dios y de su misión.
Es este un tiempo de gracia que nos prepara a una continuidad más serena, con más energía y creatividad. José Allamano, nuestro fundador, nos repetía que debemos ser santos y después misioneros. Por eso, nuestro instituto no ahorra esfuerzos para calificar nuestras vidas y nuestra misión, consciente de que es el Señor de la Vida quien lleva adelante el anuncio a través de estas vasijas de barro frágiles, que son nuestras vidas.
También en este tiempo sois protagonistas de la misión. Necesitamos vuestras oraciones, para que seamos dóciles al Espíritu Santo y nos dejemos moldear de nuevo y siempre por Él, sin rigideces y abiertos a la propuesta de santidad que nos ofrece a través de nuestro carisma de misioneros de la Consolata. Ahora me uno yo también a vuestras oraciones por nuestros hermanos en misión, por nuestros hermanos de Bayenga y por todos aquellos que esperan el anuncio de la buena noticia de Jesucristo y su fuerza transformadora de la realidad de este mundo, semilla del Reinado de Dios, que se está realizando poco a poco en nuestras vidas.
Os tengo presentes también a todos vosotros, que nos acompañáis a cada paso en la misión y que la hacéis posible con vuestro envío, vuestras oraciones, vuestras obras y vuestras cartas de aliento. A todos un abrazo y una cita: hasta mañana en el Altar.
Vuestro hermano, Andrés.